miércoles, 28 de abril de 2010

Rugby: se mira y no se toca

Otra vez la historia dijo no. El sueño no fue posible. El seleccionado de Rosario cayó ante Tucumán por 19 a 13 en la final del Campeonato Argentino y debió conformarse con el subcampeonato. El conjunto de Ricardo Imhoff y Gustavo Minoldo estuvo cerca de romper la racha de 45 años sin títulos, pero por errores propios dejó pasar una oportunidad histórica. Así, la sequía continúa, las excusas se renuevan y la crónica de frustraciones sumó un nuevo capítulo, esta vez en las Cuatro Hectáreas del Jockey Club, ante seis mil personas.
   El Ñandú no logró imponerse en el duelo de escuelas, no supo aprovechar sus momentos en el choque decisivo porque tambaleó con la trampa que le tendió su rival. Tuvo posesión y chances, pero su impericia lo dejó con las manos vacías, en una tozuda postal de cierre que se repite con un tono cada vez más burlón.
   Tucumán volvió a gritar campeón luego de cuatro finales consecutivas perdidas porque Rosario se lo permitió. El dueño de casa fue el que propuso, el único que respetó sus ambiciones durante los 80 minutos, pero en ese contexto de exposición sus imprecisiones se convirtieron en su peor enemigo y su condena. Los dos tries de Juan Imhoff no alcanzaron para darle forma a la hazaña. Fue otra tarde sepia, con pocas moralejas y sin ningún héroe.
    Otra vez la historia dijo no . El equipo del Ñandú tuvo un andar irregular en este torneo y fue hijo de su propio esfuerzo, del que supo construir tras el cachetazo que le propinó Córdoba en el arranque del certamen. Tuvo coraje e inteligencia para sobreponerse y para arribar a la final con un trabajo silencioso, sin estridencias, con la firme convicción de sentirse capaces de saldar una deuda histórica. Pero sus limitaciones, algunas malas decisiones y varios fallos del árbitro le marcaron su techo en la última función. Otra vez la historia dijo no . No escuchó los reclamos de una escuela postergada. Que ya está cansada de cosechar elogios y despertar aplausos por sus méritos, sus nombres propios y la marca registrada en su patente de juego. Rosario se hartó de mirar por la ventanilla los festejos ajenos pero no encuentra la fórmula adecuada para salir de esta serie fatídica. Parece que la Copa se mira y no se toca. Se acerca, pero nunca concreta.
   El sacrificio no fue suficiente para abrazar el resultado que se necesitaba. Al menos, habrá que ver si este segundo puesto sirve para curar heridas y para que el rugby rosarino retome un sendero de conciliación y progreso. Más allá de las lecturas que se pueden tejer detrás de la caída, Rosario todavía debe mirarse de frente al espejo y sincerarse. Y esa es otra cuenta pendiente que condiciona cualquier anhelo.
   
   Con muchos de los campeones del 65 al borde del campo de juego, el equipo ofreció su corazón y no defraudó. Pero tampoco mostró estatura de campeón. Llevó como pudo su incómoda mochila, jugó mucho tiempo en terreno adversario pero todo su esfuerzo no le alcanzó para superar el desafío que significó Tucumán. Desde el sabado en el rugby argentino gobierna un nuevo monarca y, a pesar de los 45 años, Rosario debe resignarse a seguir esperando para poder usar esa escurridiza corona.

FUENTE: www.lacapital.com.ar

Fotos: Débora Luque

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